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martes, 19 de julio de 2016

Cuenta la leyenda que el café fue descubierto por un pastor de Etiopía, un lugar del noreste de
África. Este pastor observó cómo las cabras de su rebaño se volvían mucho más nerviosas tras
comer las bayas rojas de un arbusto que había en el monte. El pastor llevó estos frutos a un
monasterio, pero los monjes, tras probarlos, los arrojaron al fuego por su sabor amargo. Fue
justo entonces cuando los granos de café, al tostarse en el fuego, comenzaron a desprender
un agradable aroma que ahora sí, empujó a los monjes a prepararlo. El café pronto alcanzó
gran popularidad entre los árabes, que por su religión no podían tomar alcohol. Los árabes lo
llamaron al-qahwa, que significa “vigorizante”, porque les ayudaba a mantenerse despiertos y
a concentrarse durante la noche. Desde Al Andalus el café se exportó a toda Europa, y siglos
más tarde a América.





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