En la época romana, la ciudad fue cobrando cada vez más importancia a expensas del campo.
Muchos campesinos abandonaban el campo y se marchaban a la ciudad Varios eran los
motivos: los campesinos se veían perjudicados porque tenían que abaratar el precio de sus
cultivos, ya que entraban en competencia con las ricas tierras que las legiones romanas
conquistaban para el Imperio. Además, como los propietarios de los latifundios vivían en la
ciudad, y no reinvertían el dinero en el campo, la ciudad se enriquecía y el campo se
empobrecía. También, los propietarios de pequeñas extensiones de terreno cercanas a los
latifundios, no podían competir con ellos, por lo que se veían obligados a vender sus tierras o a
trabajar para los grandes terratenientes. Por un motivo o por otro, gran cantidad de
agricultores empobrecidos se vieron obligados a emigrar a la ciudad. El éxodo de los
campesinos a las ciudades terminó provocando un gravísimo problema: por cada campesino
que llegaba a la ciudad se perdía un productor de alimentos, y se ganaba una familia más que
alimentar.

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